En la soledad de sus momentos había llegado a odiar al mundo, había deseado intensamente poder destruirlo y construirlo a su antojo. No veía utilidad en las cosas existentes. Pero, también dudaba de la existencia de esas cosas. Estaba confundido entre lo que veía y lo que sentía. Se asustaba el pensar que nunca vivió aquellos momentos mágicos en aquel mundo que tanto odiaba. Pero estaba convencido que ella si lo recordaría pues había despertado en el cierto amor por el mundo. Era capaz de soportar aquellos que por una razón que nunca entendió le hicieron esconderse de todo y olvidarse de lo que pudo haber tenido. Pero nunca tuvo nada, o quizás si. Lo cierto es que ahora solo le queda esconderse, y no tiene nada, solo la figura de ella. Alta, esbelta, pelo negro, vestida con una sencillez tan asombrosa que no le permite ocultar su belleza.
Se obligaba a creer lo que pensaba, y pensaba en un millón de cosas, y en todas esas cosas estaba ella. Siempre hermosa, sonriente, complaciente. De momento ella le saludaba, y sea que él le contestara algo como si no, siempre salían tomados de la mano, caminando por la grama del la mayor área verde del parque central. Saltaban, reían, jugueteaban, se divertían. EL tiempo no pasaba, la temperatura siempre era agradable, las circunstancias están siendo creadas para ser eternas, para ser lo mejor que pueda existir.
Luego veía su realidad, enclaustrado, recluido eternamente entre paredes oscuras, que no dejan escapar los sentimientos, que le niegan expresar al mundo que tanto detesta que hay alguien en él que le permite soportarlo. Pero no repara en intentar llegar a ella.
Toni
No hay comentarios:
Publicar un comentario