Consiguieron derribar la puerta a la semana siguiente, recuerdo que mi padre mato a dos con la escopeta y yo a uno con el revolver acto seguido mi padre cerro la puerta del pasillo y la bloqueo con un sofá y un par de sillas, nos izo escondernos en una habitación donde nos atrincheramos como pudimos, mi padre empezó a cargar la escopeta, mi mano empezó a sudar sobre la culata de mi revolver. Mi hermana rompió a llorar, mi madre también y los sentimientos me invadieron, las lágrimas cayeron. La puerta empezó a quebrarse, la madera crujía y mi padre alzaba la escopeta. Una mano grisácea y pútrida se asomaba por un agujero de la puerta, se retorcía lentamente intentando entrar, el torso de uno ya estaba dentro, era un hombre adulto con la mitad del cuero cabelludo colgando y los brazos huesudos, mi padre le voló la cabeza de un disparo, la puerta cayo y entraron en tropel, la escopeta de mi padre escupió y madre abrazo a mi hermana, dispare contra uno que abalanzaba sobre mi padre, mi padre se dirigió a mi y me empujo contra la ventana, consiguió lanzarme fuera. Caí sobre el polvoriento toldo del vecino conseguí caer en el suelo sin hacerme daño, grite hacia mi ventana, pero nadie respondió, los zombis se dieron cuenta de mi presencia y algunos de los que rondaban en la calle me empezaron a seguir. Eran muy lentos y yo tenía el revolver con cuatro balas aun. No tenia donde ir así que lo único que ice fue huir de los zombis, eran lentos pero estaban en todas partes, algunos se arrastraban por el suelo con las tripas fuera y sin piernas a causa de que avían sido medio devorados antes de ser zombis o les avían atropellado, las calles estaban encharcadas de sangre, con coches destrozados, cadáveres tirados por el suelo, cristales rotos y cientos de zombis, no me atreví a mirar, no quería reconocer a nadie.
Camine y camine con las lagrimas resbalando por mi cara asta caer al suelo, quería volver a escuchar sus voces, quería estar con ellos por ultima vez, no puede despedirme.
Escuche pasos di media vuelta y allí estaban, comencé a correr por mi ciudad. Colmada de recuerdos felices con toda mi gente, ahora estaba destrozada, era escombros, las lágrimas volvieron a caer por mis mejillas.
Horas después alcance las afueras de la ciudad y me senté en una vieja escalera de madera en un parque, estaba exhausto. Mire al horizonte el sol se escondía y los sentimientos me invadían no podía parar de llorar por mis seres queridos. Palpe mi brazo, estaba manchado, era sangre me había cortado con algo. En la lejanía un pequeño grupo de ellos se acercaba.
Decidí irme fuera de la ciudad algún lugar desabitado.
Llegue las vías del tren, las cruce y me adentre en los campos cercanos a la ciudad. Hacia rato que avía oscurecido.
Encontre un árbol, decidí subirme en el y pasar la noche allí, llegue a la rama en la que podía apoyarme en el tronco y relajarme. Me senté y cerré los ojos, tarde en dormir, tenia la cabeza llena de pensamientos.
Un rayo de sol me golpeo la cara y me desperté. Nadie no havia nadie cerca, baje.
Tenía hambre y fui vagando por los campos en busca de alguna hortaliza o algo.
Después de un rato sin encontrar ni rastro de alimento en esos campos secos seguí vagando.
Una luz me cegó los ojos, otra vez, la luz parecía intermitente. Me fije de donde procedía, procedía de una masia que estaba situada al otro lado de los campos, me hacían señas.
Tenía dos plantas, un gran portón de madera un par de ventanas tapiadas con tablones, las ventanas de la segunda planta no estaban tapiadas pero estaban cerradas. Una de las ventanas se abrió lentamente, el cañón de una escopeta se asomo y acto seguido una cabeza de un anciano. Me lanzo una piedra pequeña a la cabeza, gemí de dolor.
-¿eres humano?
-si
-¿Qué quieres y por que vienes hacia aquí?
-tu eres el que me hacia señales
-solo intentaba averiguar si eras uno de ellos
-¿tienes comida?-dije mientras me sonaban las tripas
-¿de donde vienes y con quien vienes?
-de la ciudad… estoy solo y herido- dije apenado
-¿de la ciudad? ¿Aun queda gente viva?- pronuncio mientras observaba el horizonte
- no lo se, yo solo e huido de ellos, e pasado la noche en los campos y tengo hambre y sed
-¿seguro que estas solo?
-si
-ven al otro lado de la masia
Fui al otro lado de la masia avía una puerta pero estaba tapiada con ladrillos, mire hacia arriba donde se encontraba un gran ventanal abierto. El anciano se asomo y coloco una larga escalera de madera.
Subí y el anciano me dio la mano.
El anciano me llevo a una habitación del piso de arriba. En esa habitación havia una ventana que desde ella se podían controlar todos los campos, en la repisa de la ventana avía un cristal, una linterna y unos prismáticos. La habitación era pequeña y poco amueblada, solo tenia una mesa con cuatro sillas, una butaca vieja y un mueble bar pequeño.
-siéntate chico
Me senté en una de las sillas. Se fue a prisa y volvió con un plato de sopa,un trozo de pan y una venda.
Después de comer, el anciano se encendió un puro y me dirijo la palabra:
-¿Cómo te llamas chico?- mientras examinaba mi corte
-me llamo Kurt, ¿y tu?
-Francisco, tu herida esta limpia, va explícame como as llegado asta aquí
Entre lágrimas y pausas le conté todo lo que me ocurrió al día anterior.
-es una historia trágica, lo siento por tu familia
-¿y tu?
-es un poco larga
-cuéntamela por favor quiero saber el porque de todo esto
- te la contare, yo soy bueno mejor dicho era militar español, cuando los infectados se multiplicaron en Francia y llegaron a la península por el norte a mi y a mi pelotón nos destinaron a la Jonquera, un pueblo pequeño que estaba de paso por donde los infectados empezaban a llegar.
Nos colocaron en la calle principal, colocamos una línea de sacos y alambre de espino, un tanque y algunos tiradores en los tejados, se suponía que iba a ser muy fácil. Empezaron a llegar poco a poco uno tras otro cada vez más y mas, los primeros disparos alcanzaron a algunos pero lo único que conseguían era que cayeran… y volvieran a alzarse era una tortura. Llegaron al alambre y empezaron a acumularse, los tiradores en los tejados empezaron a escupir sus proyectiles sobre los muertos, tardaron horas en empezar a matarlos, cuando empezaban a caer los muertos ya eran demasiados, di la orden de abrir fuego a discreción, conseguimos repelerlos unas horas, caían con los sesos desparramados por el suelo pero por cada muerto caído cuatro muertos se acumulaban. Eran tantos que el alambre quedo sepultado por una masa de cuerpos que aun con vida pataleaban y se retorcían, estaban a escasos metros de nosotros di la orden de que los soldados retrocedieran y que la ametralladora del tanque abriera fuego contra ellos, las balas los destrozaban y los dejaban hechos un colador, un amasijo de carne inservible, pero eran muchos y seguían avanzando era imparables, llame por radio, nos batíamos en retirada, aunque algo tarde, los zombis avían rodeado el tanque y se avían subido a el, alcance a ver como uno de los muertos le propinaba una terrible mordedura en el cuello al que estaba subido al tanque con la ametralladora, yo y mi pelotón retrocedimos a pie asta salir de la ciudad donde nos esperaban los transportes.
Unas semanas después los zombis estaban devorando Girona y la península empezaba sufrir brotes.
Mi pelotón y yo como ultima mismo fuimos destinados a frenar un avance de un gran grupo en una autopista que se de dirigía a Barcelona, allí éramos muchísimos mas. Con los coches abandonados construimos una gran barricada en medio de la autopista, disponíamos de más carros blindados y teníamos morteros. Nos informaron de que la horda la formaban un grupo de alrededor de cuatro mil muertos sin contar los grupos de alrededor que les unían a ultima hora.
Empezaron a llegar grupos de cincuenta que torpemente intentaban pasar la barricada pero eran abatidos nada mas asomar la cabeza se acumulaban más y más detrás de la barricada solo conseguían algunos escalar el amasijo de coches y eran derribados rápidamente. Horas después los muertos al otro lado ya se contaban en miles, empezamos a lanzar con el mortero los proyectiles volaban, caían silbando y causaban destrozos donde caían, un rato después paramos de lanzarles proyectiles, no fue voluntario, no quedaba munición, la barricada cedió por la parte mas débil y los zombis entraron, abrimos fuego a discreción, todos los soldados tenían ordenes de disparar a la cabeza, aunque no era nada fácil disparar a una persona en la cabeza y en movimiento. Pasaban las horas y los zombis ganaban terreno, dieron la orden de que los tanques dispararan, abrieron fuego y decenas de muertos saltaron en trozos por los aires entre los estruendos, aun así no se frenaban, no tenían miedo a diferencia de nosotros, algunos pelotones disponían de lanzallamas y se colocaron en primera fila aunque era inútil los muertos no sentían dolor y seguían avanzando en llamas, llegaron a nuestras filas, algunos en llamas aun vivos devoraron a algunos soldados sin munición, los tanques retrocedieron y con ellos el grueso de nuestros soldados, al cabo de un rato de ir retrocediendo un grupo de unos cien zombis nos cerco por la retaguardia, en aquel momento lo tuvimos muy crudo. Nosotros éramos alrededor de cuatrocientos soldados contando los capitanes. Me subí a un blindado por seguridad, mande abrir fuego con los lanza granadas de mi pelotón. Anocheció y los muertos seguían ganando terreno, acabamos formando un círculo, perdimos un tanque y alrededor de doscientos soldados.
Lo ultimo que recuerdo es que una granada exploto cerca de mi tanque y me aturdió, me adentré dentro del tanque y cerré la salida. Me desperté al día siguiente, abrí la salida y observe la catástrofe, balas, escombros, metralla, tanques solitarios, cuerpos por el suelo algunos de ellos devorados, sangre tripas y alguna llama ardiendo encima de pilas de cuerpos. Después de eso volví a mi casa que esta en Sabadell me arme y me refugie en esta masia de mi difunta mujer.
-¿puedo quedarme con usted?
-depende, si puedo confiar en ti si
-puedes confiar en mi
-quédate esta noche y mañana hablamos con tranquilidad.
